martes, 23 de agosto de 2011

Una familia de corzos habita en Lerín


En Lerín habitan desde hace unos pocos años una familia de corzos. Varios vecinos los han visto en una zona del término de Lerín. Es una buena noticia desde el punto de vista medioambiental saber que en nuestro pueblo hayan decidido vivir estos animales en libertad. No han sido traídos por Medio Ambiente del gobierno de Navarra, han venido en un período de expansión de la especie adaptándose de forma natural a nuestro ecosistema. Ahora nuestro deber es respetarlos, no presionarlos, ni perseguirlos y desde luego no cazarlos. Debería ser responsabilidad de la Sociedad de Cazadores permitir que esta especie de animales se reproduzca y aumente el número de miembros para que se asienten de forma definitiva en nuestra tierra.
 
Foto tomada con  un teléfono móvil por Ramón Ontoria en una zona del pinar del Monte. Si se pincha dentro de la foto se amplia para observar la pareja de corzos. No es de calidad la foto, pero sirve para confirmar la existencia de los corzos en Lerín .



DESCRIPCIÓN DE LA ESPECIE         
De pequeño tamaño, similar al de una oveja, y con coloración uniforme, que varía con la época del año, pasando de una coloración grisácea en invierno a un pelaje estival de tonalidad castaña. Cuenta con una cola muy corta, de apenas unos centímetros, Al tener las cuartos traseros más largos y elevados que los delanteros, adopta un aspecto desproporcionado, viéndose obligado a andar a pequeños saltitos, lo que le confieren además un aspecto grácil y simpático. Peso entre 15 y 30 kgs. Estando la media en 20-21 kgs.
El corzo, que emite un sonido llamado “ladrido”, por su similitud al de los cánidos, se considera un animal predominantemente forestal, que sale a campo abierto en contadas ocasiones durante el final del invierno y la primavera para añadir algunas hierbas a su dieta, basada en el consumo de hojas de arbustos y árboles bajos, así como bayas y brotes tiernos. Sus hábitos son crepusculares, viéndosele rara vez durante el día, que suele pasar escondido entre la espesa vegetación.
Considerado una especie marcadamente territorial, en el caso de los machos, mantienen una zona de exclusión frente a otros congéneres de su mismo sexo durante gran parte del año, prolongándose el período de celo de los machos durante casi 6 meses al año (de abril a septiembre). El dominio vital de los machos territorialistas está en torno a las 7 hectáreas.
Su gran plasticidad adaptativa a todo tipo de hábitats, así como llanuras cerealísticas, siempre que cuenten con una mínima cobertura vegetal en la que completar su ciclo biológico, ha motivado la amplia distribución de la especie, de la que se ha constado en los últimos años una expansión notable, habiendo ocupado territorios en los que su presencia era desconocida.

DATOS DE LA ESPECIE
Longevidad: En libertad puede alcanzar los catorce años de vida, aun cuando su vida media está en torno de los 8 o 9 años. La mortalidad es muy alta en el primer año de vida del animal. 
Gestación: Después de la fecundación, el óvulo de la hembra permanece estacionario cerca de cuatro meses, es decir, hasta la mitad de diciembre, en cuyo momento empieza a desarrollarse con singular rapidez. Por lo tanto, la gestación tiene una duración total, en todas sus fases, de unas cuarenta semanas, aunque la verdadera gestación dura unos 130 días.
Parto: Cuatro o cinco días antes del parto la hembra se retira a un lugar aislado del bosque. Las jóvenes suelen dar a luz una sola cría en cada parto, y las de edad más avanzada, dos y a veces tres. La madre esconde a los recién nacidos durante el mayor tiempo posible y al menor peligro les advierte del mismo golpeando el suelo con una pata o emitiendo un silbido especial. Durante la primera semana de vida de los corcinos permanecen escondidos entre el matorral, si son gemelos, permanecerán separados unos 20 metros el uno del otro.
Duración de la lactancia: Las crías, llamadas corcinos, también recentales, nacen con un pelaje salpicado de manchas redondeadas, blancas y negras, que irán desapareciendo con la edad. Las crías son muy indefensas en esta época de su vida, pero son defendidas con virulencia por las hembras que pueden dar fuertes coces con sus patas delanteras. A los ocho días del parto, la hembra lleva ya a sus hijos a pastar y pasados diez o doce días más ya son lo bastante robustos para seguirla a todas partes y comiendo material vegetal a partir de los dos meses que alterna con la leche materna hasta la entrada del invierno.
Alimentación: El corzo es un herbívoro, muy exigente en cuanto a su alimentación, condicionada por el reducido volumen estomacal, lo que le obliga a modificar su comportamiento en dos aspectos: en primer lugar debe comer en breves intervalos, seguido de pequeños periodos de reposo fundamentalmente ramonea, alimentándose de las hojas y brotes de las especies arbóreas y arbustivas que encuentra en su zona de distribución. Se estima que las necesidades alimenticias por kilo de peso, son superiores en el corzo que en el ciervo. El peso con el que el corzo llega al invierno es básico para su supervivencia, de modo que se considera que tan solo superarán el invierno los corzos que llegan a estación con un peso superior a los 12-14 Kgs.
Hábitats: Se le encuentra en bosques de todo tipo e incluso en aquellas etapas de degradación, como son matorrales o zonas adehesadas. En la Península Ibérica no es habitual encontrarle en zonas de cultivo de cereal, hecho común en poblaciones centroeuropeas. Su gran plasticidad adaptativa a todo tipo de hábitats, así como llanuras cerealísticas, siempre que cuenten con una mínima cobertura vegetal en la que completar su ciclo biológico, ha motivado la amplia distribución de la especie, de la que se ha constado en los últimos años una expansión notable, habiendo ocupado territorios en los que su presencia era desconocida.

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